HOCICUDO, SU COMPORTAMIENTO Y CAIMANCITO

 Hocicudo no fue un toro bravo, nunca llegó a entregarse, siempre midió sus embestidas y sacó nobleza con esa sosería en los embroques que en muchas ocasiones surge en el encaste Buendía. Pero tuvo acciones dignas de la casta, de aprender rápido y de entregarse cuando él creía que debía hacerlo. Un comportamiento complejo del de La Quinta, digno de análisis, que voy a tratar de desmenuzar.

La salida fue abanta, sin nada de fijeza, muy a su aire, con la cabeza por las nubes, tanto en las primeras rodas como en los remates que dejó en barrotes. Tuvo la virtud de la movilidad, pero siempre sin acabar de galopar de verdad, con un trote cochinero. 

El primer quiebro vino de la mano de Borja, quizás fue el de más entrega y en el que se revolvió rápido, característica típica de este encaste. Mucha gente por la plaza, demasiado estímulo que no ayudó a que el toro se centrara. Un segundo quiebro por parte de Manuel Zafra al relance, por el pitón izquierdo, el de mayor calidad, en el que el toro perdió las manos y fue algo deslucido.

Luego vino la sorpresa, de repente Pruna de Borriol citó a Hocicudo con una caña y un trapo desde arriba de la pirámide, y el astado subió ligero y bajó sin pensárselo. A más de uno se le hizo de noche. No es el primer cerril que sube a una pirámide, la de este año de Vilafamés fue muy liviana y ayudó a que subiera. Lo que realmente sorprendió fue la agilidad con la que lo hizo, con la que bajó y llegó hasta donde se escondió su presa. 

Otra rodà de Carlos Pijilla sin transimisión, y otra subida y bajada a la pirámide, esta vez por la otra cara. Acto seguido, Manu García lo volvió a llamar y subió y bajó como un misil. Como he dicho anteriormente, ahí el toro, lo daba todo, misterios de la casta.

Otro quiebro por el izquierdo a contra querencia del Maik, al que Hocicudo se arrancó y se fue largo. Acto seguido, una nueva subida y bajada a la pirámide, le cogió el gustillo el cárdeno. Y a continuación una vueltas con el palitroque pero sin decir mucho. Al igual que en el quiebro de Marc Badal, también por el izquierdo, el toro se arrancó pero salió suelto hacia el lado contrario.

Borja se puso de nuevo, esta vez guitarra en mano, y aprovechó la querencia del toro, citándolo desde toriles. En un primer intento se desentendió a mitad arrancada, para volver a intentarlo acortándole la distancia. Entró noble y le dio media vuelta después del quiebro. Otro joven se puso en la parte opuesta, le costó arrancar, lo hizo finalmente, pasó y salió de nuevo hacia el lado contrario.

Un par de rodas más y un recorte de Aarón bastante ajustado, fueron el preludio para el toreo de capa. Lo cogió de primeras César Carceller, y ole su raza, ponerse con tal zamarro con ese capotito, tiene su mérito. Se arrancó presto, un primer capotazo de tanteo por el izquierdo, en el que se desplazó pero con brusquedad, otro por el derecho tragando y quedándose corto. En el tercero compuso la figura y le dio la mejor verónica, cargando la suerte, si señor. Otro por el derecho sin confiarse y una buena media por izquierdo para rematar. Salió muy torero de la cara del toro y su peña y la plaza le tributó una sonora ovación. 

Le pasó las telas a Manuel Zafra, y ole por él también, uno a derechas de tanteo, y otro por el izquierdo bueno, con la pata palante, como mandan los cánones. Remató con una media en la que el toro le tocó el capote, y tuvo que esconderse rápido porque se quedó con él y remató.

Tampoco acabó de entregarse en el capote, el izquierdo fue su pitón, por el derecho se quedaba más corto y embestía más recto. Característica también propia de los santacolomas, muchos suelen tener solo un pitón bueno.

Acabó la lidia con Juan Sarrión, que lo llevó magistralmente hasta la puerta de toriles para que entrara sin problemas.

Por la noche siguió con un comportamiento similar. Tras una embolada en la que cortó rápido Emilio y sacó del rabo Gaizka, sin demasiada fortuna, continuó embistiendo con nobleza y sosería a las rodas

Lo mejor vino en una subida y una bajada espectacular en la pirámide, estuvo a punto de alcanzar a los que lo citaron, y en la que recordó a los mejores toros de corro. De nuevo, aquí, mostró una mayor entrega que en todos los cites juntos. En otra época se lo hubiera quedado cualquier ganadero de la zona. Dejó otra subida bastante rápida, esta vez fue cortado al bajar.

El único que se puso con él al quiebro fue Moreta, en dos ocasiones, en distintos sitios de la plaza y ambos por el pitón izquierdo. De la firma, sacando la pierna y quedándose en el sitio, ayudado únicamente por una chaquetita y en los que el toro transmitió algo más. Se preguntaba el del Puig porque no salía la gente, yo también. 

Le faltó algo más de guerra, y es que ocurre como en la lidia ordinaria, el monoencaste se ha adueñado de las plazas y todo comportamiento que se salga de ese patrón ya no gusta. No fue un toro bravo, ni mucho menos, pero tuvo sus teclas. No paró ni un segundo durante toda la noche, se buscó la faena arriba y abajo, y entró en corrales con la boca cerrada. Se notaron los meses de preparación junto a sus hermanos que fueron a Madrid. Él, por tener tanta cara y abrirla, tenía claro su destino: la calle. 

Y está claro que no era el prototipo de toro Buendía que todos tenemos en la cabeza, pero recuerdo unas declaraciones de Álvaro Martínez Conradi a André Viard en uno de sus Opus en las que decía lo siguiente: 

"Cuando le compré la ganadería a los Buendía le pedí varias veces a mi tio Javier (de Saltillo) que me prestara un semental, pero siempre me decía que no. Hasta el día en que me dijo que le mandara un camión en el que puso a Caimancito. El resultado fue impresionante: en vez del tipo Buendía, fino y bajito, con poca cara, Caimancito dio animales mutantes, grandes, con mucha caja y muy armados. No es eso lo que yo buscaba, no quería un cambio tan radical. Así que los machos que nacieron de ese semental los lidié en Ceret en 2002. Una novillada imponente, brava y muy armada. De las hijas de Caimancito no conservé más que las vacas excepcionales, y de su descendencia hoy me quedan ocho." 

¿Tendrá Hocicuda, la madre de este ejemplar, algún parentesco con alguna de esas ocho vacas? Esa espectacular presencia, esa encornadura cornivuelta y ese lunarcito típico de Saltillo... sus hechuras lo delatan, seguro que sí. 


































Agradecimiento para mis amigos que me han cedido las magníficas fotografías que ilustran este reportaje: Adrián Sales, José Luis Pallarés, Alejandro Xete y Álvaro Marín.

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